lunes, 18 de abril de 2011

Mulhacén (3.483 msnm) con esquís

Recuerdo que hace muchos años, cuando mis padres nos llevaban a Granada por Semana Santa a visitar a la familia, me quedaba mirando la magnífica vista de Sierra Nevada desde el balcón de la casa de mi abuelo. También recuerdo leer cada vez, año tras año, el mismo libro sobre Sierra Nevada que tenía mi abuelo. Estaba ilustrado con muchas fotos, y siempre me hacía imaginar como sería la aventura de subir el techo de la península.
Después de tantos años por fin se presenta la oportunidad de realizar ese viejo anhelo. Salimos de casa muy temprano, a las cuatro de la mañana, por delante tenemos casi 900 kilómetros... unas diez horas de coche. Nos vamos alternando Francisco y yo al volante cada dos horas, y hacemos todo el viaje "non-stop" hasta el pueblo de Capileira en la Alpujarra. De Capileira sale una pista forestal que lleva hasta el área recreativa de la Hoya del Portillo, donde aparcamos y empezamos la subida al refugio.
Desde la Hoya del Portillo al refugio de Poqueira hay unos 8,5 kilómetros de distancia con un desnivel de 350 metros, todo la subida lo hacemos con los esquís a la espalda. Poco antes de llegar al refugio a Francisco se le despega la suela de una de las botas... ¡que mal inicio!. Por suerte en el refugio tienen pegamento de contacto y podemos reparar la bota durante la tarde.
En la Hoya del Portillo.
Camino al refugio Poqueira.
El Veleta.
Tranquilo atardecer en el refugio.
De la poca gente que hay en el refugio, somos los únicos que vamos a subir y nos han dejado el desayuno preparado para que podamos salir a primera hora. Nos ponemos en marcha de amanecida, y al llegar al barranco del río Mulhacén ya nos podemos calzar los esquís. Al final del barranco se llega al Circo de La Caldera donde hay un refugio de emergencia que nosotros pasamos de largo. Continuamos subiendo a media pendiente hasta llegar al Collado del Ciervo, donde nos alcanza el sol. El paisaje que se abre en el collado es increíble, tal y como imaginaba de pequeño... La Alcazaba, el Puntal de Siete Lagunas, el Veleta, el Cerro de los Machos, y encima nuestro el Mulhacén. 
Empezando la subida por el barranco del Mulhacén.
Llegando al circo de La Caldera.
El Mulhacén desde el Collado del Ciervo.
Alcazaba (3.369 msnm) y Puntal de Siete Lagunas (3.316 msnm).
El barranco del río Mulhacén.
El Veleta (3.327) y el Cerro de los Machos (3.327 msnm).
Ya solo nos queda superar los algo más de trescientos metros de la ladera oeste, para llegar al techo de la península. La nieve se mantiene dura pero con las cuchillas se progresa sin problemas, en los últimos metros antes de la cima nos quitamos los esquís, un poco más y por fin... ¡un viejo anhelo realizado!. Estamos completamente solos en la cima, algo realmente excepcional.
En la pala oeste entre el Collado del Ciervo y la cima.
Dejamos los esquís a pocos metros de la cima.
Llegando a la cima.
¡Un viejo anhelo realizado!
En el techo de la Península Ibérica, Mulhacén (3.483 msnm).
El Mulhacen II (3.362 msnm).
Los días claros se puede ver el Mediterráneo y la costa africana, pero hoy unas nubes que suben por la ladera sur nos tapan el paisaje. Como no conocemos la meteorología de la zona no sabemos como evolucionarán, por lo que no nos estamos mucho rato en la cima y emprendemos el descenso. En la primera mitad de la pala la nieve aún se mantiene dura, pero más abajo ya aparece esa fina capa de nieve transformada que tanto nos gusta y que permite disfrutar de la bajada, casi sin hacer paradas, hasta que nos hemos de quitar los esquís muy cerca del refugio. Un breve descanso en el mismo y seguimos bajando de un tirón hasta el coche.
Francisco en el inicio de la bajada con la nieve aún dura.
¡Poco más abajo la nieve está en su punto!
Cabras montesas alrededor del refugio.
El Veleta desde el camino de vuelta.
Camino a la Hoya del Portillo, entre las nubes aparecen el Veleta (3.396 msnm) y el Mulhacén (3.483 msnm).
Ya de vuelta en casa, busco el porqué del nombre Mulhacén y descubro una bonita historia de amor:
Cuenta la leyenda que el sultán nazarí Muley Hassem se enamoró de Isabel de Solís, doncella de la Sultana Aixa. La convirtió en su favorita y la llamó Zoraya, que quiere decir "Lucero de la mañana".
En represalia a su amor, la sultana provocó el enfrentamiento entre su linaje (los abencerrajes) y el del sultán (los cegríes), llevando al reino de Granada a una guerra civil que lo asoló.
El viejo Muley Hassem tuvo que partir al exilio, pero durante la marcha cayó mortalmente enfermo en el castillo Mondujar, donde falleció. Tras su muerte la desolada Zoraya llevó su cuerpo al pico más alto del reino que, a partir de entonces, lleva su nombre.