sábado, 20 de noviembre de 2021

Turisteando por Cardona.

Cardona era uno de esos destinos que hacía tiempo que teníamos en mente y que, por uno u otro motivo, íbamos aplazando. Finalmente este es el fin de semana en que podremos sacarnos esta espina que teníamos clavada. La mejor opción es organizar la visita mediante el Cardona tiquet, que permite reservar las tres visitas imprescindibles: el centro histórico medieval, el castillo y colegiata y la Muntanya de Sal.
Nuestra primera visita es al centro histórico de la ciudad. Empieza en el Centre Cardona Medieval, situado en la Plaça de la Fira, justo enfrente del ayuntamiento. Aquí hay una exposición donde explican la historia de la villa, su relación con la Muntanya de Sal y los poderosos duques de Cardona, conocidos como los Senyors de la sal o también como los Reis sense corona, lo que indica el gran poder que llegaron a tener. Mientras llega el resto de gente que se ha apuntado a la visita nos invitan a un vermut elaborado en la zona por Can Piteus... ¡Una buena manera de empezar la visita!
Primera vista del castillo y colegiata de Cardona.
Facsímiles de los orígenes de Cardona.
El oro blanco de Cardona.
Listos para iniciar la visita.
La visita guiada nos lleva a recorrer el casco medieval de Cardona mientras la guía nos va explicando la historia de Cardona. Su gran crecimiento económico durante la edad media se debió al comercio de la lana y el aguardiente, no de la sal como se podría pensar. La explotación de la sal estaba reservada a los duques de Cardona y los vecinos tan solo podían ir cada jueves a recogerla, tal y como se menciona en la carta de poblament otorgada por el conde Borrell II el 23 de abril de 986.
Escultura conmemorativa del 1714.
Plaça de la Fira y monumento del conde Borrell II.
El castillo desde la Plaça de la Fira.
Plaça del Mercat.
Carrer del'Església.
Portada del Casal Mercer-Castellolí (S.XII).
Carrer dels Escasany.
Ventana gótica en la Casa Martines (S.XII).
Capilla de Santa Eulàlia (S.XIV).
Casonas renacentistas en el Carrer de la Fira.
De la iglesia románica original del S.XI solo se ha conservado el campanario y aparece mencionada desde el año 1013 como dependiente de la canónica de Sant Vicenç. La edificación actual es de estilo gótico (S.XIV) y es de una sola nave con capillas laterales entre los contrafuertes. En el siglo XVI se añadió una cripta, donde se veneran las reliquias de los santos mártires Celdoni y Ermenter. Presidiendo el altar se encuentra la Mare de Déu del Patrocini, una magnífica imagen gótica (2ª mitad del S.XIV) de la escuela tolosana, representando a tamaño natural la Virgen con el Niño. En una de las capillas laterales destaca el retablo de la Mare de Déu y Sant Amador, obra de Pere Vall (1410).
Portada de la iglesia de Sant Miquel (S.XI-XIV).
Campanario románico (S.XI-XII).
Cabecera de la iglesia.
La Cripta de los santos Celdoni y Ermenter (S.XVI).
Relicario con los restos de los santos.
Retablo de la Mare de Déu y Sant Amador.
Antes de dar por terminada la visita a la iglesia de Sant Miquel, la guía nos explica algunas curiosidades de la misma. La primera es relativa al origen de la Mare de Dèu del Patrocini. Según la tradición, formó parte del botín de guerra que se trajo el conde de Cardona Joan Ramón Folc II del saqueo de Marsella, llevado a cabo por la flota catalana el año 1423.
La segunda curiosidad es que -si uno se fija bien- el óculo de los pies de la iglesia se encuentra descentrado con respecto a la nave. Esto es así porque la nave se construyó "torcida" para adaptarse al terreno disponible. Para mantener la alineación de la luz del ábside con la del pie de la nave, se colocó el óculo alineado con el eje del ábside en vez de con el de la nave.
Otra curiosidad se encuentra en el retablo la Mare de Déu y Sant Amador. En la tabla superior derecha se representa el infierno y en él se encuentran los duques de Cardona -identificados por las coronas ducales que portan- y medio escondido también se encuentra el Papa. Es una más que evidente crítica hacia los estamentos dominantes, que no sé si hoy en día no acabaría en los juzgados.
Mare de Déu del Patrocini.
Plano de la iglesia de Sant Miquel.
La visita al castillo y la canónica la hemos dejado para la tarde y, aunque se puede llegar en vehículo hasta el Parador de Turismo que ocupa parte del castillo, preferimos subir a pie. De esta manera se puede apreciar la complejidad y solidez de las varias líneas de defensa del castillo.
No es posible visitar las dependencias del castillo -ocupadas por el parador- pero aún así la visita vale la pena. Como siempre la guía nos hace un poco de historia para empezar la visita. La primera fortificación fue mandada construir por Guifré el Pilós el año 886. De esta primitiva edificación tan solo queda en pie la gran torre de vigilancia llamada Torre de la Minyona, que originalmente era el doble de alta que en la actualidad. El resto del conjunto fue la residencia de los Señores de Cardona (primero condes y luego duques) desde el S.XI al S.XV, por lo que se ven los estilos románico y gótico conviviendo en el patio principal.
Durante la Guerra de Sucesión desempeñó un papel clave, siendo el último bastión austriacista en capitular, el 18 de septiembre de 1714 una semana después de la caída de Barcelona y como condición para no saquear la Ciudad Condal. Previamente, durante el año 1711, ya había resistido un asedio de más de un mes en que las tropas borbónicas no lograron conquistarla y se tuvieron que retirar.
Puerta de acceso en el Baluard de Sant Llorenç.
La segunda puerta.
¡Otra más!... la tercera.
¡Y por fin la última! con la entrada a la casamata.
Patio del castillo con el ala palaciega gótica.
El ala más románica del patio.
Claustro gótico de la colegiata.
La Torre de la Minyona (S.XI).
La Torre Minyona debe su nombre a una bonita a la par que triste leyenda: Según se cuenta, durante el siglo XI la joven cristiana Adalés, hija del duque, se enamoró del príncipe musulmán Abdalá un caudillo musulmán invitado por su padre a una fiesta en el castillo. Al enterarse su padre, este la condenó a vivir para siempre encerrada en la torre. Para que no pudiera hablar con nadie, el sirviente que le llevaba un poco de pan y agua cada día, era ciego y mudo. Terminó muriendo de hambre y pena y dicen que su fantasma sigue rondando por el castillo.
Sin duda alguna, la parte más interesante de esta visita es la Canónica de Sant Vicenç. Consagrada en el 1040 como templo de un monasterio de de una comunidad regida por la regla canónica de Aquisgran, en 1794 es convertida en Colegiata. Los promotores fueron el abad Oliba y el vizconde Bremon de Osona. Como había dinero más que suficiente, la construcción fue muy rápida -se inició en 1029 y finalizó en 1040- duró tan solo once años.
Se trata de una edificación de estilo lombardo puro, muy austero y con unas dimensiones considerables: 50 metros de largo y casi 20 de ancho por 20 de alto. El transepto apenas sobresale de las naves obligado por el espacio disponible, un ábside central y dos absidiolas laterales cierran la cabecera. Arcos ciegos, lesenas y una galería de ventanas ciegas en el ábside central es toda su decoración exterior. El crucero está coronado por un cimborrio octogonal, también sin decoración alguna.
La portada es aún más sencilla, sin ninguna ornamentación arquitectónica, tan solo destacan los cinco arcos que delimitan el atrio de entrada o galilea, donde se han conservado buena parte de las pinturas murales (S.XIII). Las pinturas originales del atrio se encuentran en el MNAC, pero las reproducciones instaladas son fidedignas y permiten hacerse una idea de como se debería ver el interior de la iglesia originalmente, totalmente pintada con escenas de la Biblia. Las dos puertas que hay a media altura de la fachada conectaban la tribuna interior con el palacio, de esta manera los señores podían asistir a la celebración de la misa sin tener que mezclarse con el populacho.
Conjunto de ábsides y cimborrio octogonal.
Portada y atrio de la colegiata.
El atrio o galilea con las pinturas románicas.
Puerta de acceso al templo.
Maiestas Domini presidiendo la entrada.
La presentación de Jesús en el templo.
La flagelación.
Maiestas María.
Al entrar en la iglesia se hacen aún más evidentes las grandes proporciones de la misma, con una sensación de altura poco habitual en el románico. La nave principal está cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones sobre pilares cruciformes. Las naves laterales, más bajas y estrechas, están cubiertas por dos bóvedas de arista en cada tramo. Se conservan varios tramos de rejas de forja románicas (S.XII-XIII) y dos panteones de los señores de Cardona (S.XVI-XVII). En una de las naves laterales se ha dejado al descubierto parte del pavimento original.
El presbiterio y el ábside central tienen una serie de once hornacinas "excavadas" en los muros, lo que acentúa la sensación de verticalidad. Bajo el presbiterio se encuentra la cripta de Sant Jaume, consta de tres naves separadas por dos hileras de columnas monolíticas con capiteles piramidales sin ornamentación, que soportan las bóvedas de arista, nos recuerda mucho a la de Sant Esteve d'Olius. A los pies de la iglesia -encima del atrio de entrada- se encuentra la tribuna, la vista de la nave desde ese punto es realmente espectacular.
Ábside central con las hornacinas.
Nave lateral cubierta con bóvedas de arista.
Vista hacia los pies de la nave con la tribuna.
Restos del pavimento original.
Cúpula del cimborrio.
Rejas de forja originales (S.XII-XIII).
Panteón del Duque Ferran Joan Ramón y su esposa (S.XVI).
Panteón del Conde Joan Ramón Folc (S. XVII).
La Cripta de Sant Jaume.
Vista de la nave desde la tribuna.
Con estas dos visitas ya hemos ocupado todo el sábado y nos vamos a descansar al Hotel Bremon, que ocupa el edificio de un antiguo colegio y convento (S.XIX) de las monjas carmelitas. Resulta un hotel muy acogedor, céntrico y con los detalles cuidados al máximo.
Hotel Bremon.
Vista del castillo desde la terraza del hotel.
El domingo por la mañana ya tenemos reservada la visita al Parc Cultural de la Muntanya de la Sal. Los depósitos salinos de Cardona pertenecen a la llamada cuenca potásica catalana. Esta cuenca forma parte del conjunto de materiales de evaporación que se depositaron en la cuenca del Ebro durante el Eoceno superior. Su explotación se remonta al Neolítico, y el sistema de explotación a cielo abierto se mantuvo invariable hasta la introducción de la pólvora, en el siglo XVIII. A raíz del descubrimiento de potasa por el ingeniero Emili Viader (a principios del 1900) se abrió el Pozo del Duque, la primera mina de sal subterránea.
En 1923 La Unión Española de Explosivos compró los terrenos de las salinas de Cardona (la Mina Nieves) al duque de Medinaceli, y en 1925 empezó la apertura de más pozos y galerías. En 1986 esta explotación empleaba a 560 trabajadores. La explotación finalizó en septiembre de 1990, habiendo alcanzado ¡1308 metros de profundidad!
Castillete del pozo María Teresa.
Monumento a los mineros fallecidos en la mina.
La Muntanya de Sal.
Afloramientos salinos.
En la actualidad el Parc Cultural de la Muntanya de Sal permite conocer el interior de la mina a través de un recorrido de unos 500 metros que se adentra hasta unos 86 metros bajo la montaña. Mientras recorremos la galería y las diferentes salas, la guía nos va explicando los diferentes métodos de explotación de la mina a lo largo del tiempo. Es una gozada disfrutar del espectáculo de colores, texturas, estalactitas y estalagmitas de sal formadas por la filtración del agua de lluvia. Estas formaciones cambian muy rápido, llegando a crecer hasta 4 cm por año en el caso de las estalactitas.
La galería de las visitas.
Los tres tipos diferentes de sal.
La sala Capilla Sixtina de Sal.
Todo un espectáculo de colores y formas.
Algunas formaciones parecen corales.
Estalactitas de diferentes colores.
Detalle del fondo de las paredes de la sala.
Un murciélago atrapado y conservado en la sal.
Las diferentes capas de sal y tierra que se alternan.
Audiovisual al final del recorrido.
Tras la visita a las galerías vale la pena entretenerse un rato visitando el área museística al aire libre y la sala de maquinas del pozo María Teresa. En esta última impresiona el tamaño del tambor rotatorio, con dos cables, accionado por sendos motores de la marca Alsthom de 550 Hp de potencia cada uno. Los cables de extracción tenían una longitud de 950 metros y 54 milímetros de diámetro. Tanto la maquinaria como los cables eran revisados visualmente cada día y, una vez al mes, se hacía una revisión electromagnética de los cables para garantizar su integridad.
Área museística.
Vagoneta de extracción de mineral.
Los dos inmensos motores del castillete.
Detalle de los engranajes.
El área de control de la maquinaria.
Convertidores de corriente alterna a continua.