domingo, 16 de mayo de 2021

Vuelta a l'Alt Penedès en BTT

Hoy salgo pronto de casa con la intención de hacer una ruta larga. La idea es ir empalmando tramos de caminos que ya he recorrido en alguna ocasión, para intentar dar la vuelta al Alt Penedès rodando lo mínimo posible por carretera. Empiezo rodando muy suave en dirección a Sant Sebastià dels Gorgs, la ruta que he previsto es bastante larga y no quiero agotarme antes de tiempo.
Vilafranca del Penedès.
Sant Sebastià dels Gorgs.
Parada obligatoria.
Can Maristany.
De Sant Sebastià dels Gorgs a Lavern voy directamente por carretera. Será el tramo más largo que haga hoy por carretera, solo dos kilómetros, es pronto y aún no hay nada tránsito. Paso por Can Batista y subo directamente hacia Can Rossell de la Serra dejando de lado Sant Sadurní d'Anoia. Un breve descanso en Can Rossell y sigo hacia la Creu de Lavit.
Camino a Can Rosell de la Serra.
El Montseny desde Can Rosell.
Rodando hacia la Creu de Lavit.
La Creu de Lavit.
Un corto tramo de bajada por carretera y voy a buscar el camino del Clot de les Comes, que me lleva hasta las viñas de Jean León y el "Miravinya La Cadira". Un pequeño descanso y en vez de bajar a Sant Pere de Riudebitlles bajo hacia el Pont Nou. El Pont Nou es un acueducto que canalizaba el agua del Bitlles para alimentar los molinos y huertos de Sant Pere de Riudebitlles. Si bien la parte más antigua es del S.XII, la parte central se rehízo en el S.XVII y XVIII después de un derrumbe. Posteriormente se tuvo que volver a restaurar el 1987.
Clot de les Comes.
Celler Jean León.
Miravinya La Cadira.
El Pont Nou.
Un buen descanso en el Pont Nou y de vuelta a los pedales. Por el Camí de la Noguera llego hasta Sant Quintí de Mediona, y a la salida de Sant Quintí me planteo que ruta tomar... ¿Continúo por el Camí de Les Estoses hacia Guardiola de Font-Rubí?, ¿me marco la machada de subir hacia la Serra del Bolet?, me lo pienso un momento y venga... ¡Hacia la Serra del Bolet!. La subida por este lado es de las que quitan el aliento. Voy subiendo muy poco a poco hasta que en un corto tramo, antes de llegar al camino de Les Clivelleres, no me queda más remedio que echar pie a tierra y empujar un rato la bici.
Camí de La Noguera.
Subiendo a la Serra del Bolet.
Les Clivelleres.
Barraca de pedra seca cerca de La Piula.
De Les Clivelleres hasta el punto más alto de la Serra del Bolet aún me queda un buen rato. Las pendientes ya no son tan fuertes, pero el calor y los kilómetros ya van notándose. Despacito y echándole paciencia voy subiendo, hasta que por fin empiezo la bajada hacia el Coll de la Barraca y Fontrubí.
La Serra de la Llacuna desde la Serra del Bolet.
Por la carena de la Serra del Bolet.
Coll de la Barraca.
Miravinya Balcó del Penedès en Fontrubí.
Un buen descanso en el Miravinya Balcó del Penedès, disfrutando de las vistas, y retomo la ruta... ¡Ahora ya es casi todo de bajada!. En el Roure de Santsuies puedo elegir entre tres posibles caminos de bajada: por La Baltana Nova hacia Guardiola de Font-Rubí, por Mas Roig hacia La Massana, o por Can Cruset hacia Torrelles. Me decido por bajar por Can Cruset, ya que es el único camino que aún no conozco. La bajada es muy distraída, larga  y con muy buenas vistas.
El Roure de Santsuies.
Camino hacia Can Cruset.
Can Cruset.
Avituallamiento en Torrelles de Foix.
En Torrelles de Foix hago una parada de avituallamiento para reponer electrolitos... ¡Que bien que entra una cerveza después de más de cincuenta kilómetros! Por delante aún me quedan más de diez kilómetros, pasando por Sant Martí Sarroca y La Bleda, pero todo en bajada suave o en llano.
Ermita de Sant Joan de Lledó.
Sant Martí Sarroca.
Por el Foix hacia la Bleda.
De vuelta a Vilafranca.
Este último tramo no tiene más historia que ir haciendo con paciencia hasta casa. En total han sido unas siete horas de recorrido, casi 70 kilómetros (con apenas cuatro o cinco por carretera) y un desnivel acumulado de 1.000 metros ¡no está nada mal!.
Distancia: 69,8 Km.
Desnivel acum.: +1.052 mts. -1.052 mts.

sábado, 8 de mayo de 2021

Palau Maricel, Sitges

De vuelta a Sitges... con el buen tiempo y el calorcillo parece que también empieza a mejorar la situación sanitaria en general, y nos decidimos por ir a dar un paseo para disfrutar del sol y el buen tiempo. Pero claro, no nos resulta posible ir a cualquier lugar y no visitar algún museo, una iglesia, lo que sea... Así que nos acercamos a visitar lo único que nos quedaba por ver en Sitges, el Palau Maricel.
De vuelta a Sitges.
Conjunto noucentista de Maricel.
La entrada por el Racó de la Calma.
Bonito forjado de la entrada.
El Palau Maricel o Maricel de Terra -para distinguirlo del edificio del Museu Maricel o Maricel de Mar- forma parte del conjunto noucentista de Maricel. Fue construido por Miquel Utrillo (ingeniero, pintor, decorador...) entre 1910 y 1918, por encargo del magnate americano Charles Deering, amigo de Ramón Casas, para celebrar fiestas y exponer su gran colección de arte. Para la construcción utilizó elementos arquitectónicos originales de diferentes lugares, como la puerta de acceso de estilo gótico del Palacio Villena de Cadalso de los Vidrios de Madrid, una pequeña puerta en la escalera proveniente del Santuari del Tallat, y otros que se ven en el interior.
Patio de entrada del palacio.
El emblema de Maricel.
Vista del patio desde la escalera.
La galería del primer piso.
Puerta en el rellano de la escalera.
Puerta de acceso a la antesala del primer piso.
Desde el principio de la visita, nos damos cuenta que hay que ir todo el rato mirando arriba y abajo. Los alicatados de las paredes, las baldosas del suelo, los artesonados del techo... todo tiene un diseño diferente en cada estancia, un poco abigarrado a veces, pero espectacular en su conjunto. De la antesala se pasa al gran Saló d'Or y en un lateral de este, al Saló Capella. El Saló d'Or se encuentra presidido por una espectacular chimenea neogótica, obra de Josep M. Camps i Arnau (1879-1968) en alabastro blanco, y proveniente del Palau de la Generalitat.
La antesala del primer piso.
Las baldosas del Saló d'Or.
El gran Saló d'Or.
Vista del salón desde la cabecera.
El Saló Capella.
Lámpara de forjado del Saló Capella.
La magnífica chimenea neogótica.
Detalle de los azulejos del salón.
El itinerario señalizado obvia la sala contigua -el Saló Blau- y nos lleva directamente a las terrazas. Estas son un espacio que -sobre todo en un día como hoy- son un derroche de luminosidad. La terraza principal está decorada con cerámicas en tonos azules que nos recuerdan a los de Lisboa. En verano se organizan conciertos que deben de ser una delicia.
Las terrazas.
Detalle de una de las cerámicas de la terraza.
Fuente ornamental de la terraza principal.
Pequeña fuente-surtidor en una de las terrazas.
El siguiente espacio del recorrido es el claustro, para nuestro gusto la estancia más espectacular de todas. Está construido con una de las alas encarada directamente al mar a modo de balconada, muchos de los capiteles son originales medievales, posiblemente reaprovechados de San Francisco de Silos o Santa María de Poblet. Los baldosines de cerámica con escenas de oficios, animales y frutas, provendrían del Hospital de la Santa Creu de Barcelona. La decoración del techo (hojas en colores otoñales sobre fondo azul) combina a la perfección con los azulejos y con el azul del mar y del cielo, haciendo honor al nombre del edificio... Maricel.
El claustro.
Otra visión del claustro.
Banco de azulejos del claustro.
Balconada del claustro... Maricel.
Detalle de la pintura del techo.
Decoración cerámica del claustro.
Ahora el recorrido nos devuelve al primer piso, al Saló Blau, contiguo al Saló d'Or por el que hemos pasado antes. Este es mucho más sobrio pero en cualquier caso sigue siendo muy señorial. El artesonado, las baldosas del suelo, las lámparas... todo son detalles en los que detenerse para admirarlos.
El Saló Blau.
Detalle del artesonado del Saló Blau.
Baldosas del Saló Blau.
La salida del recorrido.
Detalle de la barandilla.
El gran portón de salida.
El recorrido se finaliza saliendo por la otra entrada del palacio. La penumbra y frescor de esta especie de recibidor contrasta con la luminosidad y calidez que se ve a través del gran portón.